A esa mamá que perdió a su bebé durante el embarazo
Mi bebé se llamaba Abigaíl, Abby. Y murió a los 6 meses de gestación dentro de mí.
Estaba en mi revisión mensual, la doctora dibujó con el gel del ultrasonido una carita feliz en mi vientre mientras esperábamos escuchar tu corazón… un latido que jamás volvió. Sin entender mucho, vimos en la pantalla a un pequeño cuerpecito dormido como en el fondo del mar, como en el fondo de un sueño, recostado en sus manos.
No lo queríamos ver, pero lo supimos. Nuestros sentidos no nos engañaban, nos dimos cuenta, sin poderlo creer, que ya te habías ido.
Las horas siguientes fueron las más difíciles que he pasado, aún las tengo borrosas, yo estaba como ida y aunque trato de recordar, hay muchos detalles que aún no tengo claros.
Corremos al hospital (aún con la esperanza de un milagro), pero un segundo ultrasonido nos confirma que efectivamente, ya no estás, y entonces siento como mil cuchillos se me clavan por todo el cuerpo, especialmente en el corazón, y me rompo, me quiebro en cachitos que todavía no he terminado de recoger.
Tuve contracciones intermitentes a lo largo de más de 12 horas, gracias a ti las conozco, no me arrepiento. Las aguanté mientras fingía “estar tranquila” y pensaba en ti, y en Dios. Todavía no sé cómo logré estar tan entera. Tan locamente “lúcida”.
Al final me bloquearon para que “ya no sintiera más dolor”, y entonces naciste, pero tú ya no estabas en ese lugar, en ese cuerpecito que me habría encantado abrazar.
Después todo fue más borroso. Me durmieron y jamás nos dejaron verte. Nos dijeron que habría sido muy doloroso, pero no verte, y la culpa de no haber sido más firme y luchado más por ti, por conocerte, por tocarte y darte un beso, ha sido cien veces más doloroso que ese 3 de enero de 2017, un día que marcó mi vida para siempre.
Los días siguientes no fueron menos difíciles, regresar contigo a casa, no en brazos, sino en una cajita… no sé que decir, no tiene nombre. Mi cuerpo extrañaba a su bebé, te necesitaba y te reclamaba en cada lágrima y con cada gota de leche.
Ha pasado el tiempo, este enero habrías cumplido 3 años, te habría hecho una fiesta de princesas o tal vez de superhéroes porque tu mamá, yo, soy muy fan de ellos, y seguramente tú también lo serías.
Hoy con la ayuda del tiempo, después de mucho trabajo personal, de pedir y buscar ayuda, de aceptar el amor y entender la perfección de Dios y sus tiempos, quiero hacer las pases con ese momento, con el enojo que sentí al perderte, con la culpa que me encerró por mucho tiempo.
Quiero que sepas que fuiste una niña muy deseada y sumamente amada, que tienes un papá extraordinario al que estoy segura amas con locura desde el cielo. Un padre que te habría llenado de juegos y risas. Te cargaría en sus grandes brazos hasta que te durmieras, y jamás tendrías miedo. Es un ser humano fuera de este mundo, lleno de amor, y no tengo duda en que habría sido tu favorito, lo es de tu hermano, y de todo el que lo conoce.
Te pido perdón si tal vez fui muy seca mientras estabas dentro de mi, si no te dije suficientes veces lo mucho que te esperaba y lo que significaba para mí ser tu mamá.
Lo siento, siento mucho haber tenido tanto miedo: de no ser buena madre, de no saber si podría darte el tiempo y la calidad de vida que me hubiera gustado darte, me sentí insegura y tal vez por eso te fuiste.
Te amo. Te amo profunda e infinitamente. Sé que nuestras almas están y siempre estarán unidas, porque no hay mayor conexión que la de dar vida, y por seis meses yo te la di, y por siempre tú me la has dado a mí.
Gracias por ser mi gran maestra, gracias por haber tocado mi vida, por haber vivido, amado y latido dentro de mí. Yo te llevo conmigo y tú, por siempre me llevas a mí.
Te ama tu mamá.
Carmen Morales
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