El parto que no fue
Tengo una cicatriz que me va a acompañar el resto de mi vida. No es linda pero es la única marca en la piel que llevo con orgullo. Por esos escasos 10 cm salieron al mundo mis dos hijos. No pude parir.
Siempre me imaginé salir de casa en plena madrugada, con la panza estallante, las contracciones haciendo de las suyas y un bebé pidiendo salir.
Imaginé romper bolsa inesperadamente, apurones, nervios, pujos, dolor, gritos y llantos de bebé.
En ese orden. Al menos en la ficción pasa así, y supuse que la vida real podía parecerse bastante. En mi caso la historia fue otra.
Además de fantasear con partos de película, en donde se ve a mujeres casi en trance, a los gritos, aferradas a las manos de sus maridos; también sentía pánico de pasar por esa situación tan extrema, tan animal, en donde el cuerpo tiene que partirse para dar a luz. Creo que no me creía capaz. Una mezcla de miedo e impresión, supongo.
Y se ve que mandé ese mensaje al universo, y mis pensamientos se transformaron en realidad. Dicen que lo que uno piensa se manifiesta, tarde o temprano. Si uno piensa en positivo, recibe positivo; si uno piensa negativo, recibe más de lo mismo.
Yo pensé que no iba a poder. Y no pude.
¿Debería tener culpa? ¿Atormentarme por lo que no sucedió? ¿Sentir vergüenza? ¿Tendría que dar explicaciones a los demás? Desde que supe que el parto no iba a poder darse (después de un larga inducción que tuvo como resultado dilatación cero) elegí soltarlo, olvidarme de esa posibilidad, dar vuelta la hoja y pensar en que lo mejor estaba por venir, que si no tenía que ser por algo era, que todo iba a estar bien. De alguna manera estaba a minutos de conocer a mi hijo.
¿Acaso no era lo más importante? Eso que estaba pasando era lo que me tocaba, y opté por abrazarlo y aceptarlo.
Después, con el tiempo, supe que hay mucha crueldad en torno a las cesáreas, totalmente estigmatizadas.
Fundamentalismo del parto natural, cero piedad con la madre que no pudo, mensajes equivocados, mujeres que en vez de cuidarse entre sí, juzgan y son juzgadas; miradas de pena por lo que no pudo ser, fabricación de culpas sin sentido y mamás recientes y vulnerables que no pueden sentirse plenas por ese parto que no fue.
No, no pude parir. Tuve dos cesáreas. Dos divinas y emocionantes cesáreas.
El parto de película no se dio, no hubo corridas de madrugada, no grité ni pujé. Sí hubo abrazos de a tres, besos en la frente, ojos emocionados y un bebé que salió enojadísimo pero le conté que lo quería mucho, y entonces dejó de llorar.
Ahí supe que todo había sido como tenia que ser: perfecto. Y eso es un montón.
Autor: Mechi Manrique
Por Life in Pics para Naran Xadul
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