Una carta para mí cuando olvido lo afortunada que soy
Todos los días agradezco por la familia que tengo, por la oportunidad de sentir todo este amor, por oler el rico aroma de mi bebé y sentir sus brazos gorditos y suaves.
Soy muy afortunada, mi vida pudo haber sido completamente diferente pero ser mamá ha sido una de las mejores decisiones que he tomado, aunque a veces a las 5 de la mañana cuando tengo que levantarme se me olvida, o cuando tengo que limpiar la popó olorosa de mi bebé. En fin.
A veces olvido que soy muy feliz y mi agotamiento me hace levantar la voz, me desespero cuando mi hija se ensucia o se moja por completo, porque estoy demasiado cansada para cambiarla 8 veces al día, pero cuando la veo feliz en el chorro de agua recuredo que solo será niña una vez, que no importa porque siempre podré quitarle la ropa y ponerle otra limpia, pero esas lecciones y toda esa estimulación no la obtendrá siempre.
Cuando pasan estas cosas pienso en lo afortunada que soy, mis problemas son porque mi hija quiere dejar plastilina en todos los muebles y escalar sin control los sillones, mi mayor preocupación es levantarme temprano y tener la pañalera lista para la guardería.
Porque aquellas mujeres que rezan todos los días pidiendo por su hijo enfermo, que no saben si llevarán un plato de comida a casa o han tenido que dejar a sus hijos porque no tuvieron otra opción para darles una buena vida, saben lo que es tener angustia y miedo, la preocupación no las deja dormir.
Entonces dejo que de quejarme, dejo de sentir que mi vida es miserable porque no he podido hacerme manicure en meses, dejo de quejarme del marido, porque una mano extra siempre será mejor a tener menos manos.
Soy afortunada y he tenido mucha suerte, y aunque a veces me siento atrapada en una vida que aún no siento que domino y donde una parte de mi se encuentra en el limbo entre mi días de libertad y el ciclo sin fin de la maternidad, trato de agradecer todo lo que tengo, mucho o poco.