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Cuando eres mamá, el sufrimiento de los hijos es nuestro más grande sufrimiento

Publicado: 25 de Enero 2019
Vida de mamá
Foto: IG @malintrane
Foto: IG @malintrane

Tu hija tiene fiebre otra vez y sólo piensas en que la noche será larga, y aunque estás verdaderamente cansada, verla así te mantiene de pie, porque su sufrimiento también es tuyo.

 

Te veo correr por tu celular para avisarle a la pediatra, de nuevo se siente mal, no deja llorar y tuvo un pico de 38. Debe ser una infección, piensas, o tal vez algo viral.

 

Has vivido tantas veces esto en menos de 2 años, que ya podrías dar tu misma el diagnóstico: un virus que causa gripita, infección en la garganta o tal vez sólo es un resfriado por el cambio de clima.

 

Aunque los moquitos verdes y la fiebre te dicen que es algo más grave. Un baño y varios fomentos después, la ves dormir tranquilamente, su temperatura ya es normal pero no puedes volverte a dormir igual por si acaso le vuelve a subir. Dejas el termómetro abajo de la almohada y el paracetamol en el buró, en caso de ser necesario.

 

Es pesado y preocupante cada vez que pasa, pero siempre das gracias a Dios por no tener que ir a urgencias, por no estar esperando resultados de laboratorios con una mala noticia, por no vivir en el hospital día y noche con tu hijo internado.

 

Su sufrimiento también es tuyo. Te duele cuando se cae y se raspa la rodilla, te duele cuando la recoges de la guardería y un compañero le ha mordido la mano.

 

Te duele más tener que adivinar, porque bien podrías hacer algo antes de que ella ya esté llorando sin control, como saber si le cayó algo mal y por eso está molesta de su pancita, pero te enteras de eso hasta que ves que tiene diarrea.

 

Te entiendo porque yo también preferiría que a mí me picaran los moscos o cualquier insecto que podría dejarle ronchas horribles en su delicada piel, yo podría soportar mil picaduras de abeja con tal de que ella jamás sufriera ese dolor.

 

Le repites una y otra vez que es una niña sana, para que su inconsciente lo registre y haga lo suyo, le das vitaminas, le das verduras, cuidas su piel del sol, no la bañas y la sacas a la calle,  porque los hijos duelen mucho y lo que menos queremos es tenerlos enfermos.

 

Si pudieras pedir que ella jamás se enfermara y te tocaran a ti las gripas, las infecciones y los cólicos cuando son pequeños, lo harías sin pensarlo, porque los papás podríamos dar la vida entera por el ser que más amamos.

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