Lo que un niño aprende de las amenazas vacías
“Si te subes a la mesa te vas a caer”, “te voy a dejar con el policía si no te portas bien”, “si no te metes a bañar, no te voy a leer el cuento”, “si no te comes todo, no te voy a llevar al parque”.
¿Te parecen familiares algunas de estas frases? En algunas situaciones, las mamás y papás usamos palabras vacías en forma de amenazas, y ni siquiera le damos seguimiento, son sólo expresiones que se quedan en el aire. En cierta forma es tener un comportamiento pasivo-agresivo.
Por esta razón, las amenazas vacías tienden a caer en muchas categorías de por qué las hacemos. Es decir, muchas veces las usamos como herramientas, pero básicamente los niños las ignoran porque saben que no va a pasar nada.
Otro motivo por el que recurrimos a las amenazas es porque “como adultos nos sentimos sin control o desempoderados; es como tratar de usar medidas extremas para que las cosas sean como nosotros queremos que sean”, señala Karen Zaltzman, pedagoga y especialista en crianza.
“Una amenaza vacía surge de la desesperación; por eso, al momento de volverla real, la mayoría de las veces no se puede, debido a que nos afectaría a nosotros, a otras personas y, en especial al niño”, explica Karen.
“La amenaza tiene muchos problemas, les enseña esta lógica artificial de si pasa A entonces pasará B. Por ejemplo, “si no te metes a bañar, no te contaré el cuento”.
Con este tipo de amenazas pareciera que sólo los niños se pueden portar bien por motivación externa, es decir, para evitar un castigo o para buscar un premio. Y lo único que esto ocasiona es que los niños se vuelvan astutos o busquen la forma de evitar el castigo, y lo más importante, es que pierden la confianza en nosotros.
¡Cambiemos el chip!
Por eso es importante que como adultos responsables de los niños les ayudemos a autorregularse, cambiando nuestro lenguaje y semántica, para que en lugar de que parezca una amenaza, sea una consecuencia natural. El uso de las palabras es la clave.
¿Cómo hacerlo? Toma en cuenta que una consecuencia natural es aquella que le sucede al niño sin que papá o mamá estén involucrados. Por ejemplo:
“Si no te metes a bañar, no te voy a leer un cuento”, sin duda esto lo tomará el niño como una amenaza muy clara. Así que si en lugar de usar las palabras de esa forma, las cambiamos por: “Cuando te termines de bañar qué cuento vas a querer que te cuente”, les estamos mostrando que habrá una consecuencia natural.
Además, con este juego de palabras estás EXPLICANDO la consecuencia: Cuando A no sucede naturalmente, va a suceder B. Es decir, no es algo impuesto, no es algo externo.
Las consecuencias naturales te ayudarán a llevarlo al siguiente paso de forma natural, a identificar muy bien la situación, el contexto y el entorno en que se desarrolla, para así explicar las consecuencias que se tendrán.
Por eso, para que las consecuencias sean efectivas, debe haber una razón: “Si no te acabas la comida, te dará hambre más tarde”. En lugar de decirle, “si no te acabas la comida, no irás al parque”.
Recuerda que con las consecuencias naturales respetamos a nuestros hijos y los ayudamos a corregir sus errores, para que la próxima vez sepan qué hacer, así que valora que la forma en la que decimos las palabras es más poderoso que lo que decimos, especialmente si son pequeños.
Fuente: Karen Zaltzman, Pedagoga, especialista en crianza.