Mi trastorno de ansiedad. Aceptándome tal y cómo soy
Hace unos días, cuando una de mis mejores amigas me dijo: “Tú no te quieres, tú te etiquetas, tú no te aceptas, ¡y en realidad eres una campeona!”, me quedé pensando —y llorando, claro está—.
Es que ya estaba harta de sentir todo lo que sucede cuando una tiene trastorno de ansiedad, e hice leña del árbol caído al hablarle de mí y de cómo me percibía.
Como casi siempre lo hace, mi amiga me levantó el autoestima con resorte. ¿Por qué me tiene que avergonzar que mi adrenalina sea 1000 y mi serotonina 10? ¡Es algo que le puede pasar a cualquiera! Además, ¿acaso no soy un auto de carreras gracias a eso? ¿Cuántos proyectos no hubiera podido sacar adelante sin mi 1000?
No es bueno tener la ansiedad que hace daño, y estoy trabajando para quitármela de encima, pero incluso si no lo logro, ¿¡QUÉ!?
¿Mis hijos olvidarán que soy su amada madre?
¿Mi esposo dejará de escuchar los dramas que le cuento en medio de su placentero sueño?
¿Papá Dios sacará mi foto de su mesita de noche?
Libre soy, libre sooooy.
No es mi peli favorita por puro gusto. Aunque suene medio estúpido, Frozen me ha hecho transitar por un proceso de tragar tierra, para luego alzar vuelo.
De sentirme como Elsa, con ganas de escapar y olvidarme de pretender que soy la “Barbie neurotransmisores perfectos”, a la Elsa que se suelta la trenza y decide ser ella misma, incluso delante de todo Arendelle.
Lo que más me motiva a cantar son mis hijos. Quiero que ellos aprendan a quererse tal como son, a luchar por vencer sus defectos —los que son verdaderos defectos— y a usar sus talentos para servir al mundo.
Que nunca sientan vergüenza de que el frío —o el calor, o la adrenalina a 1000— sea parte también de ellos, y no tengan que subir a una montaña sin huellas que los sigan.
Por Majo para Naran Xadul
Majo Salazar es comunicadora de profesión, esposa por vocación y mamá —hasta el momento— de una niña de 3 y un bebé de casi un año.
Vive su maternidad intensamente, por lo cual la comparte a modo de catarsis en su blog Mamá Majo.
Durante el día, trabaja en marketing de contenidos; durante la noche y fines de semana, contiene las marcas que dejan sus hijos en las paredes y, de paso, busca que sean muy felices.