Mi fiel compañero: el miedo
Criando con consciencia
Cuando me convertí en mamá me di cuenta que, en realidad, nunca había sentido miedo.
El miedo es un compañero constante en mi viaje por la crianza: no es sólo temer por su integridad física que me acompañó sobre todo los primeros años, el que fue y sigue siendo mi fiel compañero es el miedo: a ser demasiado dura o blanda, a dar de más o a no dar suficiente, al pasado y al futuro, a que no pertenezcan, a que sí pertenezcan. Miedo al azúcar, miedo a los trastornos de alimentación. Miedo a que crezcan, miedo a que no maduren...
Es por ello que no me sorprende nada que el miedo sea la mejor estrategia de venta cuando el cliente se trata de mamá y papá.
Sé que al igual que mi esposo y yo, hay miles de personas que en el silencio de la noche analizan el día tratando de silenciar al miedo para dormir: ¿será normal lo que hizo hoy? ¿Me equivoqué cuando lo regañé? ¿Lo estamos haciendo bien?
El miedo es nuestro fiel compañero, regado constantemente por marcas, artículos, servicios y productos: nunca van a dormir solos, se van a hacer adictos, no van a alcanzar su potencial...
Lo curioso es que mucho más que el miedo, es el amor el que tiene razón, el que da buenos consejos, el que no permite entender que los niños son procesos, son vida, y por lo tanto florecen cuando los regamos con abundante amor, acompañados de una que otra gotita de precaución.
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