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La soledad de ser madre

Publicado: 28 de Febrero 2019
Vida de mamá
Foto:  IG@christinaloewen
Foto: IG@christinaloewen

Somos 4 millones en esta comunidad, donde nos sentimos entendidas y somos parte de una tribu aún cuando no nos conocemos. Pero en el día a día, todas vivimos la soledad de ser madres, de ahí que nos agarremos las unas a las otras aunque sea de lejos para sentirnos más tranquilas y seguras en esta misión.

 

Nos sentimos solas, ésa es una realidad, porque aunque estemos casadas y vivamos al lado de la casa de nuestros papás, hay momentos en donde sientes que estás más sola que un náufrago.

 

Y eso es porque no somos iguales, ninguna vive lo mismo, no estamos en los zapatos de las otras, y eso, nos hace sentirnos aisladas de una u otra forma. Me refiero a esa soledad que te llega a las 4 de la mañana mientras amamantas o calientas biberones, esa soledad cuando tienes que velar a un niño con fiebre, o cuando tu hijo se tira en el piso y no hay poder humano que lo haga tranquilizarse de ese berrinche.

 

Esa soledad que te invade y sientes que, aunque tu marido está a un lado, realmente no comprende todo lo que te pasa, todo lo que te preocupa, todo lo que piensas. Todas las responsabilidades que hay sobre tus hombros.

 

Esa soledad cuando te miras al espejo y no te reconoces con ese cabello que no puedes controlar, las ojeras, la piel pálida, la flacidez, tu ropa manchada de leche y tus pantuflas. Esa soledad de no saber cómo recuperarte de nuevo.

 

Estamos y no estamos. Es un sentimiento raro porque aunque sabes que a las 4 de la mañana tal vez nadie te conteste, a las 7 alguien podrá llamarte. Pero existe un vacío, se siente en el estómago, en el pecho, a veces se hace grande y otras desaparece en cuanto te das cuenta de que es un momento y entonces lo dejas ser para que se desintegre.

 

Muchas veces esa soledad se extiende por mucho tiempo y llega a convertirse en depresión. Otras veces regresa después de un tiempo a taladrarte la cabeza y apachurrar tu corazón. Otras veces, viene y se va, y aprendes a domarla, porque te empodera saber que tú tienes el control.

 

Lo bonito de la soledad en esos momentos es que te ayuda a darte cuenta de las cosas bonitas y a aferrarte a ellas, a aceptar que habrá momentos así pero no serán para siempre. Aunque somos millones distintas, todas tenemos estos malos ratos.

 

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