Cómo le afecta a un hijo la muerte de su padre o madre
Según estudios, la muerte de tu padre o tu madre, puede afectar de forma física y psicológica.
Estudios recientes sugieren que el dolor que causa la muerte es medible, ya que es un dolor universal, aunque esto depende mucho del contexto, ya que ahí es cómo se verán las afectaciones. Cuando una persona pierde a uno de sus padres, habrá cambios en su vida definitivamente, fisiológicos y psicológicos, incluso cuando las circunstancias son aún más difíciles, puede haber cambios patológicos.
Según el Dr. Nikole Benders Hadi, psiquiatra en entrevista con Fatherly, sugiere que las muertes, cuando son anticipadas, como por una enfermedad, dan la oportunidad a los hijos de prepararse, de despedirse y llenarse de apoyo entre su gente querida, “ése es el mejor de los escenarios”. Pero cuando son inesperadas, como una enfermedad fulminante o un accidente traumático, los niños y adultos pueden quedarse estancados en en las fases del enojo y la negación por periodos de tiempo muy largos, sufriendo el mayor síndrome de depresión o trastorno de estrés postraumático.
La zona del cerebro que se encarga de manejar el dolor de la pérdida también está relacionado con la zona que regula el sueño y el hambre, investigadores después de revisar la actividad cerebral de personas que han perdido a uno de sus papás, pueden relacionar el dolor que causa con los cambios fisiológicos como: dolor de cabeza, dolor de estómago, presión en el pecho, dormir mucho o dormir muy poco, comer demasiado o perder el apetito.
Pero en la cuestión psicológica, la Asociación Estadounidense de Psicología, dice que es normal experimentar durante los 12 meses posteriores a la muerte emociones contradictorias como enojo, tristeza, ansiedad, sensación de vacío, culpa, resentimiento y arrepentimiento. Es normal no querer estar con amigos o familiares, y resguardarse en el trabajo.
Muchas cosas pueden determinar cómo se vive el duelo cuando las personas no pudieron despedirse o se quedaron enojadas sin saber que no volverían a hablar, el dolor aumenta y la culpa aún más.
Otros estudios confirman que los que más sufren estas pérdidas son los jóvenes, por lo que hay que prestar atención especial, sobre todo en adolescentes y niños. Llevarlos a terapia para ayudarlos a reconocer emociones y trabajarlas es lo mejor para evitar que se queden estancados en el dolor.