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¿Te quieres comer a tu bebé? Tranquila, es algo normal y muy bueno

Publicado: 14 de Febrero 2023
Vida de mamá
Foto: IG @carlyamcdonagh
Foto: IG @carlyamcdonagh

Que levante la mano la mamá que haya tenido la tentación de comerse a su bebé… ¡POR LO MENOS A BESOS! Y es que quién se puede resistir a esos cachetes “apetitosos”, a esos regordetes brazos o piernas tan mordisqueables.

 

Seguramente, aunque solo fuera una vez, sentiste esa necesidad de morder suavemente a tu pequeño.

 

Si eres de las que levantaste la mano, debes saber que este instinto es natural y muy bueno. Todo se debe a un mecanismo de vinculación evolutiva y de un apego saludable.

 

No en vano los ojos brillantes, las piernas y brazos blandos y la dulzura que emana al respirar tu hijo, están diseñados para que te enamores de él y sientas la necesidad de cuidarlo… y comértelo.

 

Foto: IG @carlyamcdonagh

 

No, no es que seas caníbal, todo es culpa de tu cerebro

 

Cuando una mujer ve a un bebé se activa el sistema mesocorticolímbico, que es la red neuronal asociada con la recompensa en el cerebro. La liberación de dopamina -la hormona del bienestar- desde la vía mesolímbica hasta el núcleo accumbens regula la motivación y el deseo, y facilita el aprendizaje de la función motora relacionada con la recompensa..

 

Este compromiso del sistema mesocorticolímbico demuestra una base biológica para el cuidado humano, al proporcionar una explicación neurobiológica del porqué sientes la necesidad de cuidar cualquier cosa que se parezca a un bebé.

 

De acuerdo con un estudio de la Universidad de Yale, esta necesidad de comerte a tu bebé, o darle pequeños mordiscos, se trata solo de una “agresión tierna”.

 

Estos mordiscos amorosos ayudan a regular nuestras emociones, sobre todo cuando son intensas e incontrolables, y se le llama expresiones dismórficas.

 

Es decir, esa emoción tan intensa hace que actuemos de forma contraria para balancearla: las experiencias muy positivas generan emociones también muy positivas que, habitualmente, generan manifestaciones positivas (como las sonrisas) y otras reservadas normalmente a las emociones negativas (como las lágrimas).

 

Otros ejemplo de estas “agresiones tiernas” es cuando en lugar de “embobarnos” al ver a nuestros hijos, les apretamos los cachetes, los llenamos de besos o los abrazamos muy fuerte (claro, sin lastimarlos).

 

Y es muy entendible; cuando hablamos de demostrar nuestro amor a los hijos, no hay forma de explicarlo, simplemente sentimos una gran explosión de sentimientos y necesidad de demostrarlo con lo que sabemos: besos, abrazos, mordiscos y todo lo que se nos ocurra.

 

Esta liberación de estrés es una forma de equilibrar tus emociones para cuidar como se merece a ese pequeño ser que se encuentra entre tus brazos.

 

 

Fuente: Universidad de Yale

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