No querer jugar con tus hijos siempre, no te convierte en mala mamá
Hay días en los que me siento muy culpable por no querer jugar con mi hija, o por decirle a la mitad del juego que ya necesito hacer otra cosa.
He tenido esta plática infinidad de veces con mis amigas, y es que hay momentos en los que de verdad no quieres sentarte en el piso.
Menos ahorita, que estamos hartas de la pandemia, de estar encerradas y de no tener ni una hora para nosotras.
¿Ésto nos convierte en malas madres? La vida de la maternidad te condena a que si no disfrutas cada segundo con ellos, un día ya no estarán aquí y tú te arrepentirás por todas las veces que tu hija quiso jugar a las muñecas y preferiste meterte al baño a ver tiktoks.
Nos dicen que debemos exprimir cada minuto del día con ellos, con juegos, con entretenimiento, con risas y buenos ratos de la más alta calidad, pero ¿cómo podemos hacer eso si apenas logramos bañarnos y estar decentes para las juntas por zoom?
Alguna vez escuche que no estamos obligados a ser entretenedores de nuestros hijos, sino que debemos jugar con ellos, es decir, hacer actividades que a nosotros también nos gusten.
Yo disfruto mucho que mi hija me ayude en la cocina, a hacer gelatinas o lavar los trastes, me encanta jugar con ella a hacer comidita de masita, dibujar juntas y aventarnos la pelota por horas.
Pero cuando quiere que le haga chistes, cuando me agarra de muñeca para cepillarme el cabello o tengo que andar a gatas por toda la casa con sus peluches en la espalda, mi paciencia se va al suelo y me rindo a los 2 minutos.
También los momentos de calidad con los niños son para nosotros, ¿cierto? Los recuerdos que tendrá mi hija son de su mamá jugando a algo que ella también disfrutaba y no una mamá enojada porque le están jalando el cabello.
Además, nosotras también tenemos sentimientos, gustos y límites, sobretodo ahorita que la hacemos de todo y nuestro cerebro lo único que pide es menos carga mental.
Tenemos derecho a no querer jugar un día si nos sentimos abrumadas, a decirle a los hijos que ese juego no nos gusta y proponer otro, o dejarles todo listo para que jueguen por sí solos, - que de hecho es lo más recomendable para su desarrollo cognitivo-.
Pensando en todo esto, puede que no vuelva a sentirme culpable por no jugar, tampoco necesitamos cargar con esas culpas que no nos hacen bien.
Y tú, ¿te sientes mal por no querer jugar con tus hijos también?