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Cuando le pides a tu hijo que se calme, pero tú estás histérica 

Publicado: 5 de Marzo 2020
Vida de mamá
Foto: IG @dearestchildren
Foto: IG @dearestchildren

He estado ahí cientos de veces. Grito que por favor deje de gritar, le pido que por favor deje de estar haciendo berrinche mientras a mí me tiemblan las mejillas de coraje y frustración.

 

 

Pido que se calme cuando la que tiene un torbellino propio soy yo. Y todas sabemos que un episodio en el que nos alteramos más que nuestros hijos, nunca termina bien. 

 

 

Y aunque puede parecer muy difícil a la hora de llevarlo a la práctica, también es muy simple de comprender, mi hija no aprenderá de las palabras sino de lo que observe en mí. Si yo pido calma y paciencia, debo personificar eso, aunque me cueste una bubi y la mitad de la otra. 

 

 

Hay algo que he logrado filosofar con la maternidad y es que tienes que trabajar mucho más en ti misma para lograr una crianza positiva, efectiva, consciente y responsable, que en tus hijos.  

 

 

Porque no hay nada como un buen berrinche para que tus heridas internas salgan a flote, nada como un desaire de tu hijo para que los vacíos, a los que ya les dedicaste miles de pesos en terapia, vuelvan a surgir como una llaga abierta. 

 

 

Y no podemos hacernos mensas ante estos retos, porque si logramos ponernos por segundos en el lugar de nuestro hijo que está siendo reprimido, y regresar a nuestro propio ser, podremos ver que no tenemos ni una pizca de control y lo necesario que es trabajar en ello. 

 

 

La palabra educa, enseña y convence, pero es el ejemplo lo que arrasa. 

 

 

Quiero que mi hija maneje su ira, que pueda sacar su enojo de la forma más positiva y que pueda auto controlarse, pero si les confieso algo, yo hoy en día a mis 30, me cuesta muchísimo ser asertiva cuando estoy molesta, me escondo a llorar porque no quiero que me vean triste y saco mi enojo lavando los trastes con mucha fuerza, sin jamás poner límites o hablar al respecto. 

 

 

Así que lo que necesitamos es aprender a manejar nuestras propias frustraciones y enojo para que cuando nuestros hijos se encuentren en la etapa de aprender a manejar los suyos, que es a partir de los 2 años, - y en donde no tienen ni idea, ni las herramientas para lograrlo más que la guía de sus papás-, podamos darles un mejor futuro en cuanto a manejo de emociones se trata. 

 

 

Necesitamos ser faro y luz, necesitamos ser guía y ejemplo, necesitamos estar bien internamente para ayudar a los demás. 

 

 

Los niños jamás se calmarán si gritamos de vuelta, jamás aprenderá a que el tren de las emociones pasará y se puede superar si nosotras nos quedamos con el enojo atorado dos horas después de las rabietas. 

 

 

Ellos necesitan contención, una mirada a su altura y mucho cariño. Y aunque no te quieran dar un abrazo o te pidan estar lejos, es importante que sepan que estás ahí, que lo respetas, que entiendes sus emociones y que cuentan contigo. Darles la seguridad ante lo desconocido, porque sus emociones son eso. 

 

 

Y ese es precisamente uno de los grandes retos de la maternidad, aprender a estar en calma, a tener paciencia, a saber que todo pasará y que si logramos controlarnos, le estaremos dando la lección mas hermosa a nuestros hijos, demostrando que los respetamos y que siempre podrán contar con nosotras, no importa lo que sea. 

 

 

El día de mañana, cuando mi hija sea adolescente, quiero que en lugar de decir: “mi mamá me va a matar”, quiero que venga directamente a mi porque sabe que pueden contar conmigo. 

 

 

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