Cuando le pides a tu hijo que se calme, pero tú estás histérica
He estado ahí cientos de veces. Grito que por favor deje de gritar, le pido que por favor deje de estar haciendo berrinche mientras a mí me tiemblan las mejillas de coraje y frustración.
Pido que se calme cuando la que tiene un torbellino propio soy yo. Y todas sabemos que un episodio en el que nos alteramos más que nuestros hijos, nunca termina bien.
Y aunque puede parecer muy difícil a la hora de llevarlo a la práctica, también es muy simple de comprender, mi hija no aprenderá de las palabras sino de lo que observe en mí. Si yo pido calma y paciencia, debo personificar eso, aunque me cueste una bubi y la mitad de la otra.
Hay algo que he logrado filosofar con la maternidad y es que tienes que trabajar mucho más en ti misma para lograr una crianza positiva, efectiva, consciente y responsable, que en tus hijos.
Porque no hay nada como un buen berrinche para que tus heridas internas salgan a flote, nada como un desaire de tu hijo para que los vacíos, a los que ya les dedicaste miles de pesos en terapia, vuelvan a surgir como una llaga abierta.
Y no podemos hacernos mensas ante estos retos, porque si logramos ponernos por segundos en el lugar de nuestro hijo que está siendo reprimido, y regresar a nuestro propio ser, podremos ver que no tenemos ni una pizca de control y lo necesario que es trabajar en ello.
La palabra educa, enseña y convence, pero es el ejemplo lo que arrasa.
Quiero que mi hija maneje su ira, que pueda sacar su enojo de la forma más positiva y que pueda auto controlarse, pero si les confieso algo, yo hoy en día a mis 30, me cuesta muchísimo ser asertiva cuando estoy molesta, me escondo a llorar porque no quiero que me vean triste y saco mi enojo lavando los trastes con mucha fuerza, sin jamás poner límites o hablar al respecto.
Así que lo que necesitamos es aprender a manejar nuestras propias frustraciones y enojo para que cuando nuestros hijos se encuentren en la etapa de aprender a manejar los suyos, que es a partir de los 2 años, - y en donde no tienen ni idea, ni las herramientas para lograrlo más que la guía de sus papás-, podamos darles un mejor futuro en cuanto a manejo de emociones se trata.
Necesitamos ser faro y luz, necesitamos ser guía y ejemplo, necesitamos estar bien internamente para ayudar a los demás.
Los niños jamás se calmarán si gritamos de vuelta, jamás aprenderá a que el tren de las emociones pasará y se puede superar si nosotras nos quedamos con el enojo atorado dos horas después de las rabietas.
Ellos necesitan contención, una mirada a su altura y mucho cariño. Y aunque no te quieran dar un abrazo o te pidan estar lejos, es importante que sepan que estás ahí, que lo respetas, que entiendes sus emociones y que cuentan contigo. Darles la seguridad ante lo desconocido, porque sus emociones son eso.
Y ese es precisamente uno de los grandes retos de la maternidad, aprender a estar en calma, a tener paciencia, a saber que todo pasará y que si logramos controlarnos, le estaremos dando la lección mas hermosa a nuestros hijos, demostrando que los respetamos y que siempre podrán contar con nosotras, no importa lo que sea.
El día de mañana, cuando mi hija sea adolescente, quiero que en lugar de decir: “mi mamá me va a matar”, quiero que venga directamente a mi porque sabe que pueden contar conmigo.