Querido esposo: Te extraño...
Desde que soy mamá, mi marido es distinto conmigo. Toda nuestra rutina cambió y él con este proceso se convirtió en otra persona.
Ahora no nota cuando me arreglo ni me dice todas las mañanas lo bonita que amanezco. Muchas veces lo veo tan cansado, que en su frustración se reflejan mis más grandes miedos. Quisiera que me diera una hora como las de antes.
Esas donde solo éramos él y yo, donde me tomaba de la mano y hablábamos del futuro juntos. Esas horas donde nos perdíamos entre besos y caricias sin preocuparnos más que de estar juntos. Esas horas donde nos hacíamos promesas de amarnos siempre, de disfrutarnos siempre, de ser felices siempre.
Extraño al hombre que mi marido era antes de ser papá. Ahora nuestras pláticas son sobre pañales, deudas y crianza. Las pocas horas que tenemos las pasamos en un sillón, agotados. No hemos tenido una cita en años, y del sexo ni hablamos, hay días donde me sorprende con una energía vigorosa y otros en los que ni él ni yo queremos tocarnos.
No es queja, sé que muchas mujeres salen adelante sin tener a un lado al papá de sus hijos y que yo pueda amanecer con él ya es una gran bendición. Su forma de ser papá no es ningún problema, es entregado a la familia y pasamos la mayor parte del tiempo disfrutando a nuestros pequeños. En esa parte me siento completa, pero por otro lado, hay días en los que me siento invisible y sé que somos muchas las que nos sentimos así.
Despierto con el amor de mi vida que no me ha visto realmente en meses, que me pregunta si hay pañales, si hay leche, si falta algo, que llega y se involucra con los niños, pero conmigo, no hay esa intimidad que solíamos tener. Tengo miedo, que no volvamos a ser los de antes, que poco a poco las ganas y el interés se vayan, que la rutina de ser padres sea el eje de nuestra relación y no nosotros.