Las flores hasta en la tumba te las regalan; o lo básico que debes enseñar a tu hijos acerca de la violencia de género.
Dudo exagerar cuando me aventuro a comparar a la violencia de género con el día y la noche.
Sí, porque está ahí, sucede todo el tiempo y simplemente lo damos por hecho como si no fuera algo lo suficientemente importante como para detenernos a observar y analizar.
Recordemos cuando íbamos en la primaria y a un niño le gustaba una niña. El comportamiento más habitual era que el niño, además de mostrar especial interés en esa niña, comenzaba con juegos más rudos hacia ella, probablemente hasta la molestaba o le pegaba y crecimos pensando que eso era lo normal, “si te pega es porque le gustas”. ¿Te suena familiar? Pregunta a tus hijos si esto sucede también en su escuela.
Lo alarmante de esto es justo esa naturalidad con la que lo hemos tomado a través de los años. Por eso, es primordial hablar de este tema con nuestros hijos, sin saturarlos de datos e información, pero no dejarlo pasar. A continuación te diré algunos puntos importantes que puedes ir compartiendo con ellos poco a poco, que les ayudarán a visualizar el tema.
- No existen “colores de niña” ni “deportes de niños”, esto es una simple percepción. En realidad, todas y todos somos capaces y libres de practicar lo que más nos atraiga y de usar lo que más nos guste.
- Decir “pareces niña” cuando un niño se acobarda, está mal. Tanto niños, como niñas, pueden tener momentos de debilidad o miedo y eso está bien.
Enseñemos a nuestros hijos la amabilidad y la cortesía, no la “caballerosidad”. Ésta suele ser mal asociada con una debilidad en la mujer y una subordinación a ella.
- Si aquí vivimos todos, aquí ayudamos todos. Tengas a alguien de servicio que te ayude en casa o no, nuestros hijos deben aprender que las labores de casa corresponden a todos los que la habitan, no solo a mamá o a la empleada doméstica.
- No es no y punto. Empoderar a nuestros hijos, tanto niñas como niños, y hacerles conscientes de que ellos son dueños de su cuerpo y de su libertad, es el primer paso. Nada, absolutamente nada, puede ni debe justificar que nuestra mente y nuestro cuerpo sean agredidos. Y algo muy importante: ni los obsequios ni las flores lo compensan, porque esas hasta en la tumba te las regalan.