No soy ni la sombra de la mamá que esperaba ser
Me veo en el espejo y pienso: ¿en qué momento me descuidé tanto? Yo que juraba que el simple hecho de tener hijos no me iba a cambiar para nada; seguiría arreglándome igual o mejor, no me desesperaría y mis pequeños iban a ser el ejemplo fiel de que pueden hacer lo que les pida sin ser groseros.
Hace cuatro años, ese cuento de hadas que tenía en la cabeza se derrumbó. Ese pequeñito que ilumina mi vida con su mirada, abrazos y besos, puso mi mundo de cabeza.
Ahora soy la típica mamá corriendo atrás de él por el supermercado o de las tiendas para que no toque nada que se rompa; trato de negociar con él para que la situación no termine en un berrinche de campeonato, y si logro que me haga caso, ya me doy por bien servida.
De mi arreglo personal… apenas si me da tiempo de recogerme el cabello y ponerme algo que combine, y de un color que minimice las manchas ocasionadas por el derrame de jugo, leche o comida del pequeño.
Sin lugar a dudas, no soy ni la sombra de la mamá que esperaba ser, me he CONVERTIDO en aquella mamá que critiqué, sin saber todo lo que hay detrás de esa bella palabra.
Esa historia creada en mi mente de “jugar a la casita”, vestir con ropa hermosa al hijo ejemplar, dedicar tiempo para mí y hacer las cosas que me encantan, se quedó sólo ahí… en la imaginación.
Ahora intento lidiar con emociones positivas y negativas a la vez, con la frustración de no lograr que el pequeño obedezca a la primera, con la culpa que viene después del regaño o, simplemente, el querer pasar más tiempo con él y no hacerlo por las responsabilidades laborales.
Sí, sin querer grito cuando ya estoy desesperada, pero al segundo me siento mal por haberlo hecho. Mi casa (que siempre iba a mantener impecable) parece un campo de guerra o como si hubiera pasado un huracán… no puedo tener nada en su lugar más de 10 segundos.
Sin lugar a dudas, la palabra maternidad evoca respeto y admiración. Ahora entiendo y admiro profundamente a mi madre, aunque lo hacía ver tan fácil, no lo es, porque tienes la responsabilidad de formar seres humanos de bien y amorosos.
Y efectivamente, ese sentimiento llamado AMOR, es el que nos permite sobrevivir y disfrutar esta etapa con sus altas y bajas.
Ahora sólo agradezco la oportunidad de no ser la mamá que esperaba ser, porque me siento más madura, completa y real.