Nada enciende más la mente de un niño que el juego

En seis años de ser mamá he sido doctora, piloto de avión, repostera, reparadora de autos, chef del mejor restaurante de la ciudad y muchas otras profesiones; he viajado a miles de playas, desiertos, he conocido las profundidades del mar y me he adentrado en selvas espesas y la inmensidad del espacio. La imaginación de mis hijos a la hora de jugar es sin duda un mundo misterioso y divertidísimo.

Como en todas las familias, nuestro día a día está lleno de responsabilidades: la escuela, la natación, el ballet, las tareas escolares y de la casa; y esos pequeños momentos en los que echan a volar su imaginación y acaban convertidos en todo lo que se les ocurre, son los que estoy segura que recordarán cuando crezcan.

Jugar no sólo los divierte, desarrolla su cerebro y forma sus primeros vínculos sociales; les enseña a planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones; les ayuda con el lenguaje y las destrezas matemáticas.

Seguro a ti también te ha pasado que cuando juegas con tus hijos es como si te convirtieras en un niño más, ¿te doy un tip? Recuerda al peque que fuiste, recuerda lo mucho que amabas sentarte a jugar con tus papás, recuerda lo que sentías cuando sacabas de tu mochila ese bebé despeinado con un ojo a medio funcionar, recuerda tu primera bicicleta, lo emocionante que era voltear los sillones o juntar las sillas del comedor para hacer un ‘fuerte’, regálate esos momentos de diversión con tus hijos, porque un niño que juega es más tarde un adulto curioso y creativo.

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