¿Tus hijos aman los juegos violentos?, ¿son buenos o malos? Esto es lo que deberías saber...
Si vamos a un parque o a una fiesta infantil notaremos que la mayoría de los niños suelen imaginar que son policías, piratas y se corretean los unos a los otros con pistolas y espadas, se hacen “bolita” y, prácticamente juegan de forma ruda entre ellos.
Pero, ¿por qué pasa esto?, ¿es normal?, ¿es algo negativo?, ¿cómo se debe actuar ante esta situación?. Debido a todas estas dudas, la mayoría de las veces no sabemos cómo actuar cuando nuestros hijos cumplen roles agresivos dentro del juego.
Y por más que queramos educar a nuestros hijos con un pensamiento y comportamiento más positivo y pacífico, no los podemos “encerrar en una burbuja”, porque directa o indirectamente tendrán contacto con los juegos violentos.
Por ejemplo, existe una violencia virtual a través de los medios de comunicación y de entretenimiento, según la Academia Americana de Pediatría (AAP). Es decir, los niños pueden ver acciones violentas en caricaturas, noticias, en juegos de video y juguetes.
Y esto es básicamente lo que nos preocupa como papás, que tanto contacto con la violencia sea perjudicial para los niños, es decir, que se vuelvan más agresivos y muestren problemas de conducta.
La AAP señala que efectivamente, el contacto en exceso puede generar problemas o, peor aún, los niños pueden hacerse insensibles a la violencia, pensar que es algo aceptable. Entonces, ¿cómo podemos guiar a nuestros hijos para que entiendan los juegos y no les genere problemas en su futuro?
Limitar la exposición a programas violentos.
El tiempo que los niños ocupan para ver programas o caricaturas violentas es muy importante, a mayor exposición, más complicaciones, así que trata que sea lo menos posible.
Vigilar el tipo de cosas que ven o juegan.
Como papás debemos estar cerca de ellos cuando ven televisión, tabletas o videojuegos, así podremos dar explicaciones acorde a la edad de los niños y evitar malos entendidos. Por ejemplo, explicar que se tratan de películas o fantasías que sólo ocurren en esos programas.
Cuidar lo que vemos como papás.
El entorno en que se desenvuelven los niños es primordial, porque ellos reflejan lo que viven, así que tengamos cuidado con lo que observamos, la forma en cómo actuamos y nos comunicamos con ellos.
Realizar juego de roles para que aprenda a ponerse en el lugar del otro.
Así como intercambiar personas, para que se dé cuenta que puede ser tanto un pirata malvado y violento, como un superhéroe que salva a la ciudad.
No satanizar demasiado el jugar con espadas o pistolas.
Los seres humanos tenemos un lado agresivo que se canaliza y resuelve a través del juego. Sólo cuida que las pistolas y espadas sean lo menos reales posibles y que el juego sea sin crueldad o crudeza.
¿Qué hay del juego rudo?
Algo muy importante que hay que aclarar es que de un lado está la violencia y la exposición mediática, mientras que en el otro se encuentra el juego rudo, que se practica cuando se trepan a los árboles, luchan unos a otros o juegan a pelear.
Este tipo de juego en específico, es un instinto básico que les ayuda a los niños a desarrollar habilidades y al mismo tiempo ¡es divertido!. Les ayuda a entender los límites de su fuerza, a descubrir las reacciones de otros niños, a aprender juegos de roles, a tomar turnos e identificar límites personales.
Lo importante en este caso es mostrarles que el juego rudo pueden practicarlo siempre y cuando nadie salga herido, ni sean movimientos bruscos que dañen a alguien o que lo obliguen a hacer algo que no quiere.
¿Cuándo preocuparse?
En donde debes poner mucha atención porque no es algo normal, es cuando los juegos de tus hijos son crueles, muy elaborados o realistas (no es lo mismo jugar a los policías o a los malos que actuar fantasías elaboradas con violencia de género o crueldad).
Cuando parece que disfruta lastimar a otros niños o animales; o si es un tema que permea más allá del juego. Al presentarse todos estos casos, es importante que revises los mensajes que está recibiendo e inclusive pedir la asesoría de un experto.
Fuente: Karen Zaltzman, coach de crianza; Rasing Children, Harvard y Pediatrics