A ti, mi segundo hijo, quiero que sepas esto.
Antes de ser mamá por primera vez, el número 3 me sonaba interesante. Con la llegada de tu hermano mayor, mi vida se revolucionó de manera inimaginable y pensé que, tal vez, me quedaría sólo con uno. Sentía que tanto amor me haría estallar, y bueno, también los desvelos y las preocupaciones.
Un día, pasados 2 años de haber recibido al primero, supe que sería mamá por segunda vez y, efectivamente, mi corazón estalló, pero en mil colores. No podía creerlo, iba a tener otra vida entre mis brazos, calientita, frágil, sedienta de amor.
Hoy se cumplen 4 meses de que llegaste a esta familia a hacernos ver, otra vez, la vida de manera distinta y me entristece no poder tener una de esas – no tan relajantes – pero sí reconfortantes y largas sesiones de pecho para ti, sin que algún estruendoso ruido proveniente de la habitación de tu hermano o alguna llamada de trabajo nos interrumpa.
Sería increíble darte un baño calmado todos los días, pero ahora baño a dos y debo darme prisa. Me encantaría recostarme junto a ti por horas y verte dormir con esa paz inigualable, pero ahora debo aprovechar esas envidiables siestas para encargarme de todo lo demás. Ansío la llegada de la noche para poder estar contigo y solo contigo, mientras todos descansan excepto yo, porque hoy entiendo que esos momentos son únicos e irrepetibles.
Me carcome pensar que mi tiempo no pueda ser exclusivo para tí como lo fue para tu hermano, pero ahora tengo dos hijos y un trabajo y todos requieren lo mejor de mí.
Por otro lado, hoy puedo felizmente seguir mi, bien aprendido, protocolo para los casos de fiebre sin tener que llamar desesperada al doctor. Ya no me preocupo porque no haya ni el más mínimo ruido mientras duermes, porque sé que eso te hará un mejor dormilón. Tampoco entraré en crisis al ver sólo dos cosas en el refri cuando sea el tiempo de prepararte papillas, porque ya aprendí a ingeniármelas para preparar algo rico y nutritivo con lo que tenga a la mano. Además, ya no te tocaron mis ensayos y pruebas fallidas como cantante al volante, ahora soy una experta en el arte de entretener a mi exigente público del asiento trasero del auto.
Hoy, desde este hermoso caos, te quiero agradecer con toda mi alma por ser mi segundo maestro de vida. Llegaste a enseñarme por segunda vez el verdadero significado del amor y también recordé lo hermoso de la contemplación y el silencio. En tan poco tiempo aprendí que las orejas y la nariz no son las únicas partes de cuerpo que siguen creciendo toda la vida, también el corazón porque cada día se llena más de tí, de ustedes.
Es tiempo de repasar mis lecciones de paciencia y de sumar otra maleta a esta aventura, porque si algo puedo prometerte es que tu vida será la más feliz, divertida y memorable a lado de esta tu familia.
Pequeño y hermoso segundo hijo, no tendrás mi tiempo completo, ni mi atención completa, ni mucho menos mi presupuesto completo, pero nunca dudes de que te siento, te observo, te escucho, te cuido y te amo siempre.
Mamá