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Esta cuarentena me enseñó que lo tengo todo: estar con mi familia

Publicado: 20 de Mayo 2020
Vida de mamá
Foto: IG @dearestchildren
Foto: IG @dearestchildren

Hoy, mientras tomaba el sol en un rayito de luz que se asoma por una ventana solo unos meses al año por un par de horas, mi hija se acostó conmigo. 

 

Como era de esperarse, comenzó a escalarme hasta que llegó a mi cara, sus ojitos se fijaron en los míos y con una voz de asombro me dijo: “Mami, tienes ojos verdes, cafés y tienen flores”. 

 

Casi lloro, esa frase es de lo más lindo que mi hija me ha dicho en sus pocos añitos, lo que no sabía ella es que las flores seguramente eran el reflejo de sus chinos dorados que amo con todo mi ser. 

 

Ella es mis flores y mi jardín, es mi rayito de luz que busco desesperada en las pocas ventanas que tiene mi casa. Y estos 50 días que llevo encerrada, estar juntas ha sido lo más bonito. 

 

Mi familia, que se ha formado con eventos inesperados, lecciones profundas y mucho amor, ha sido mi refugio esta cuarentena. 

 

Durante años añoré tener ese calor de hogar como el de las chimeneas de las cabañas en medio del bosque e imaginaba que un día tendría esas chispas tan brillantes como las de la leña ardiendo, y una cobija en mis pies. 

 

Hoy lo tengo, sin chimenea en casa, pero con esa misma intensidad. Hemos aprendido a fluir en nuestra rutina, a encontrar momentos para apapacharnos y a darnos espacios cuando lo necesitamos. Nos hemos sincronizado, hemos aprendido a hablar sin hablarnos y a respetar las opiniones de los demás. 

 

Nunca en mi vida había hecho un trabajo de introspección como el que me ha dejado la cuarentena, o tal vez sí, solo que no había sido constante como ahora. 

 

He pasado de querer huir y pedir el divorcio a pensar en un segundo bebé, he comenzado a sanar las heridas que venía arrastrando desde que era una niña, arraigándome a la familia que sí tengo hoy. 

 

He aprendido a dejar de pensar en lo que dirán los demás, a aceptar cada pared de mi casa y a agradecer todas las bendiciones que llegan a mi vida todos los días, como despertar al lado de los que más amo y tener salud. He aprendido a sumar los días buenos, a reconocer con humildad las lecciones de esos que son malos, y a construir un amor bonito. 

 

Hoy más que nunca sé que lo tengo todo, que lo que pudiera hacernos falta no lo necesitamos en este momento, porque aquí, en esta casa chiquita en la que no hemos usado zapatos desde hace más de un mes, hemos aprendido a amarnos incondicionalmente. 

 

Por fin tengo mis chispas de la fogata, y eso siempre se lo agradeceré a esta maldita pandemia. 

 

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