A mis hijos: por si me llevan antes de tiempo
La única certeza que existe en ésta vida es la propia muerte. Por eso les escribo, por si tuvieran que enfrentar y lidiar con una pérdida temprana.
Sepan, para empezar, que son los responsables del regalo intangible e indescriptible más hermoso que jamás alguien me ha obsequiado. Que el sentimiento de llevarlos en mi vientre y luego tomarlos entre mis brazos no tiene comparación ni con los placeres más exquisitos que conoce la humanidad.
Que desde que llegaron, han convertido mi mundo entero en un mejor lugar. Que las risas se han vuelto carcajadas más intensas, el amor se ha multiplicado exponencialmente, y las prioridades y las preocupaciones han dado giros de ciento ochenta grados.
Quiero recordarles que se tendrán siempre el uno al otro como hermanos, podrán disponer de un brazo caluroso para aferrarse cuando sientan desfallecer, de un par de manos dispuestas a ayudar, y de alguien cercano con quien conversar.
No les deseo que encuentren felicidad. Les deseo que sean, generen, compartan y repartan felicidad. Que abunde en ustedes la plenitud y la tranquilidad y que encuentren a alguien que reproduzca ese sentimiento de bienestar. Que los segundos de vida que les otorguen los disfruten al máximo. Que no sean egoístas ni se dejen llevar por caprichos banales y vacíos.
Que en sus principios esté amar. No existe en el universo algo más poderoso que el amor. Cuando se ama, todo es posible.
Estaré en cada uno de sus pasos y seré el consuelo que tanto necesiten cuando miren una noche oscura iluminada por miles de estrellas.
Nunca se lamenten de no haberme dicho te amo por última vez o de alguna discusión que hayamos tenido, eso jamás marcará un día como “malo”, sino que será simplemente un momento más.
Estén siempre conscientes de que mi corazón late dentro de cada uno, así como un día, sus corazones latieron dentro de mí.
Los amo por siempre