El ingenioso sapo
Cuentan que, hace mucho, una zorra y un sapo se encontraron en un terreno baldío y decidieron sembrarlo a medias para recoger una buena cosecha de trigo.
Fijaron fecha, y llegado el día, el sapo fue a buscar a la zorra para comenzar la tarea. –Comadre, hoy es el día de empezar la siembra, ¿vamos juntos? --¡Ay, compadre, no puedo salir! Si viera usted lo enferma que estoy; me duele tanto el estómago y me siento tan pesada, que no puedo ni moverme… --No se preocupe, comadrita, yo sembraré el trigo. Cuando llegó el verano y el trigo hubo madurado, el sapo volvió a llamar a la zorra: --Comadre, ha llegado el tiempo de segar el trigo y trillar el grano. --¡Ay, compadre, ¡cuánto lo siento! ¡No puedo salir! Me duele tanto la cabeza que no puedo ni moverla…
El sapo segó y trilló, limpió el terreno, hizo un montón con los granos y fue a visitar a la zorra. –Comadre, ya está todo preparado, ha llegado el momento de repartirnos el grano. ¿Viene conmigo? --¡Claro que sí! –dijo la zorra, y al momento salió de su cueva. Llegaron rápidamente al terreno, que con tanto esmero y esfuerzo había cuidado el sapo. Cuando la zorra vio el montón de grano limpio, dijo: --Compadre, este año la cosecha fue pobre y el trigo es poco. Para uno de nosotros es algo, pero para dos no es nada. Lo mejor es que hagamos una apuesta a ver quién se queda con él.
--Y, ¿Qué apuesta vamos a hacer? –Pues lo más justo será echar una carrera, a ver quién corre más. Nos pondremos en una punta del terreno y el primero que llegue al montón de trigo se quedará con él. –Está bien, pero no ahora, porque estoy un poco cansado. ¿Qué le parece si aplazamos la carrera para pasado mañana? –contestó el sapo. –De acuerdo, lo dejaré descansar, compadre. –contestó la zorra.
Al día siguiente, el sapo, muy preocupado por la apuesta con la zorra, fue a buscar a otro sapo amigo y le dijo: --¡Tienes que ayudarme! ¡Tienes que sacarme de un apuro! –Tú dirás –contestó el amigo dispuesto a escuchar los problemas de uno de su misma especie. El sapo le contó detenidamente lo sucedido y le pidió que se escondiera en el montón de trigo el día de la carrera. El inteligente sapo tenía un plan que no podía fallar. La mañana acordada, la zorra se presentó muy temprano en el campo ya segado.
La zorra, segura de su fácil victoria, había dormido bien y estaba muy ufana y descansada. --¿Estamos listos, compadre? –Cuando usted diga, comadre –contestó el sapo. –Cuando cuente tres, salimos corriendo. Uno, dos y … ¡tres! Cuando la zorra iba llegando a montón, volteó la cabeza y miró hacia todas partes. Como no pudo encontrar al sapo, gritó desconcertada: --¿Pero, a dónde viene usted, compadre? En ese momento, el sapo escondido dentro del montón de trigo saltó diciendo: --¿Qué a dónde vengo? ¡A comerme lo que es mío, porque yo lo sembré y lo coseché! Y la zorra, que no era capaz de distinguir un sapo de otro, se fue con el rabo entre las patas. Desde entonces, las zorras prefieren no tener tratos con los sapos y los respetan. Si se encuentran, cada cual sigue su camino sin molestar al otro.
Por: Silvia Dubovoy