Los hijos no cansan, lo que agota es el sistema
Llevamos 10 meses encerradas, en la misma casa, con los mismos hijos y un sin fin de tareas que solo se van acumulando.
Esta semana comienzan de nuevo las clases, y las semanas de vacaciones no fueron suficientes.
Hay que ver que, entre la casa, el trabajo, la comida, las clases en línea, realmente no son los hijos los que nos sacan de nuestras casillas, no son ellos los que nos cansan, es el sistema de crianza en el que estamos, en donde no tenemos ayuda extra, y al final, los que terminan pagando las consecuencias, son los niños.
Que igual que nosotras, ya están hartos de no ver a sus amigos, de no salir a jugar al parque, de las mismas actividades encerrados y de los mismos proyectos de arte que terminan en la pared con otros 450 dibujos.
Este sistema solo ha empeorado desde que inició la pandemia, pero realmente siempre ha existido, solo que cuando teníamos unas horas al día solo para trabajar o estar en casa, no lo sentíamos hasta los huesos.
Si contratamos una niñera somos madres ausentes porque no nos encargamos de nuestros propios hijos, si recurrimos a los abuelos tenemos que aceptar sus comparaciones y que cuestionen todo el tiempo nuestra crianza, si los llevamos a la guardería es una crueldad por tenerlos tantas horas lejos, si no pudimos amamantar no hicimos lo suficiente, si duermen con nosotros nos cuestionan el matrimonio, pero si los mandamos a su cuarto, volvemos a ser crueles.
Hay una falta de realismo en este sistema de crianza, sumamente autoritario y con expectativas que ni siquiera podemos dimensionar.
Si los niños no comen suficientes verduras es nuestra culpa, si están estresados porque no hay rutinas, es nuestra culpa, si no quieren entrar a las clases, es nuestra culpa.
Y encima la sociedad nos demanda que criemos hijos autosuficientes para el día de mañana, personas que saquen adelante el país, que al menos terminen la universidad y sean personas de bien, claro que eso es lo que todas buscamos, pero pocas veces cuando vemos un buen estudiante pensamos que la gran mayoría de sus hábitos fueron gracias a su mamá que estuvo detrás.
Conciliar trabajo y crianza nunca había sido tan retador como ahora. Siempre hemos enfrentado una desigualdad gigantesca con las personas que no tiene hijos en todos los lugares, tan solo fíjate cuando una familia se sube a un avión. Los papás tenemos que disculparnos por todo, cuando no hay nada fuera de lo normal.
En el trabajo es igual, y esta pandemia nos vino a echar en cara que tenemos menos apoyo que nunca.
No nos cansan los niños, nos cansa la falta de recursos, la falta de apoyo de nuestras parejas o familia, nos cansan los juicios, nos cansa no tener espacios propios, nos cansa criar 24 horas sin descanso esperando no meter la pata y terminar con un hijo que el día de mañana sufra de depresión crónica, o sea un delincuente.
Hacemos lo mismo día tras día, con más tareas acumuladas, con más estrés, con más culpas, con más obligaciones “por tener hijos”, que claro que en algún punto aseguramos que la maternidad ha sacado lo peor de nosotros.
Pero no es su culpa, ni la nuestra, es la sobrecarga, lo que puede derivar en distanciamiento social con los niños, cuidarlos en piloto automático, sentirnos emocionalmente vacíos como padres y preocuparnos por el que dirán, lo que podría terminar en situaciones extremas como regaños o gritos solo por quedar bien.
Por eso amo las vacaciones, cuando decido parar, todas esas cosas desaparecen, y los días se vuelven geniales, es como un domingo permanente, en donde podemos criar, reír, jugar y sobretodo amar.
Así que a menos que el sistema no cambie, empieza a cambiar tú, delega, saca a tu marido del sillón y pídele ayuda, expresa lo que sientes que te daña.
Y sobretodo, deja de idealizar como deberías ser como mamá y empieza a ser realista en tu crianza.