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Un simple pero poderoso consejo para dejar de gritar a mis hijos

Publicado: 7 de Febrero 2018
Vida de mamá
Foto: IG @burtsbrisplease
Foto: IG @burtsbrisplease

Soy una persona gritona. Quizás lo tengo en mi sangre ( mi mamá gritaba mucho) y cuando me desesperaba les gritaba a mis hijos. Los gritos habían sido mi punto más bajo en mi avalancha de desesperación.

 

Una vez les grité tan fuerte a mis hijos que mi hijo grande corrió a taparte los oídos a su hermanita para protegerla.

 

Ese grito, que fue tan fuerte, que hasta hizo que me doliera la garganta, fue mi momento de esclarecimiento. Mi encuentro con la realidad. Ese grito es uno de mis más grandes remordimientos pero uno de mi más grandes bendiciones.

 mama

foto: instagram/native_mamma  

 

Porque después de ahí decidí que no permitiría que mis hijos crecieran acostumbrados a tener miedo. Quería que su recuerdo de su mamá no fuera gritando.   

 

Quería representar para ellos su espacio seguro, no a alguien a quién temerle.   Pero sobre todo quería que la voz interior de mis hijos, esa con la que ellos se hablarían a sí mismo toda la vida, fuera una voz suave y bondadosa, no una voz hiriente.

 

Como dijo Peggy o Mara, “la forma en que hablemos a los niños se convertirá en su voz interior.”  

 

Pero ¿Cómo lo hice? Después de leer el libro “Sólo amor por hoy” de Rachel Stafford, pude dejar atrás este terrible hábito.

 

Esto es lo que hago ahora cuando siento que voy a gritar:  Observar directamente y a profundidad a mi hijo antes de responderle.

 

En el momento de frustración y desesperación, hago una pausa para observar detenidamente a mi hijo, antes de responderle. En esa pausa yo reconozco a una personita que cuenta en mí para que lo guíe y lo ame. Veo a alguien que está aprendiendo a vivir a partir de lo que ve en mí, y que aprenderá a usar una respuesta similar a la frustración a la que yo estoy usando. Notar a esta persona me hace regresar a mi voz normal para poder ser escuchada sin lastimar.  

 

Ese pequeño instante de observación, cambia las cosas porque me hace reconocer a la pequeña persona que está enfrente de mí succionando como esponja cada unos de mis actos.

 

Inténtalo. Haz la pausa antes de responder y ve cómo las cosas cambian.

 

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