Tus hijos también tienen derecho a tener un mal día
Hoy, ¿cuántas veces has castigado o le has llamado la atención a tus hijos por hacer algo que “no es correcto” (masticar con la boca abierta, gritar, hablar mientras estás conversando con alguien más o, incluso, porque azotó la puerta del carro o la casa)?
Tal vez te sorprendas del número de veces que lo haces, y esto se debe a que como papás esperamos que nuestros hijos se comporten de la mejor manera, es decir, que sean educados, respetuosos… en fin, que sean niños “modelo”.
Sin embargo, ¿has pensado cuántas veces deberías llamarte la atención a ti por gritar cuando tus niveles de estrés están al tope; cuando das manotazos o pones cara de pocos amigos cuando te hicieron enojar; o incluso, cuando masticas ese chicle con la boca abierta o platicas mientras masticas tu comida?
Muchas veces castigamos a nuestros hijos, sin darnos cuenta de que ellos también tienen derecho a tener un mal día, y expresarlo como ellos quieran (y OJO, la forma en cómo reaccionan no es más que el ejemplo de lo que han visto a su alrededor)
En un texto de la American Psychological Association se revela que efectivamente, los niños tienen un mal día y se enojan porque no obtienen lo que quieren, no les gusta compartir, no entienden sus palabras, no saben controlar sus emociones, porque están muy cansados o simplemente se sienten incomprendidos.
Pero, lamentablemente, cuando los pequeños gritan, lloran, patalean, se olvidan de los “buenos modales” o simplemente no hacen caso a lo que les decimos, lo primero que hacemos es reprenderlos, porque ellos “no DEBEN” comportarse así, ellos tienen que ser “PERFECTOS”.
Todas nuestras expectativas de perfección y buena educación los dejamos “caer” sobre los hombros de los niños, y eso no se vale. Así como nosotros expresamos nuestras emociones, ellos también tienen que hacer lo mismo, por el bien de su desarrollo y salud emocional.
Los niños son seres humanos como nosotros y es válido que cometan errores o perder el autocontrol (tal como nosotros lo hacemos en forma de tonos irrespetuosos o malas actitudes), porque eso les ayudará a aprender a desenvolverse en un mundo que no es perfecto.
Foto: IG @Purllamb
Los padres debemos averiguar lo que hay detrás de ese comportamiento y ser la guía que necesitan para que aprendan expresar su mal humor, sus malos días.
Si nosotros no le damos el ejemplo de comportarnos con “perfección”, entonces no les EXIJAMOS a ellos lo que nosotros no somos capaces de hacer.
Hay que ser más comprensivos y no reflejar nuestro mal humor, frustraciones, miedos o tristezas en los pequeños. Lo ideal es que aprendan que así como nos equivocamos, también nos disculpamos o corregimos lo que hacemos mal, o, simplemente necesitamos de un abrazo para estar bien.
Antes de gritarles o castigarlos, pensemos las razones por las que se comportan así: si nos vio haciendo lo mismo, si estoy de malas y por eso todo lo veo mal…etc; platica con ellos y descubre todo lo que hay en su interior.
Piensa que si tú no puedes estar de buen humor todo el tiempo, los niños tampoco lo harán. Así como nosotros, los pequeños son un mar de emociones que deben explorar.
Tal vez, este aprendizaje de control de emociones es lo más increíble de la niñez, porque se va forjando la personalidad de cada niño y aprenderán que cada quien es responsable de sus acciones.
¡Controla tus expectativas y deja que tus hijos fluyan, al igual que tú lo haces. Sé un mejor ejemplo para ellos!
Fuente: APA