El origen del río Amazonas
Hace muchísimos años, vivían en la selva, dos hermanos mellizos huérfanos a los que cuidaban sus abuelos. En aquel tiempo, el agua era muy escasa pues no existían ríos ni arroyos ni lagunas.
El único que sabía dónde encontrar agua era el abuelo, pero guardaba celosamente el secreto. No muy lejos de la casa de los abuelos, había un estanque que todos los días amanecía a rebosar. Y es que, cada madrugada, el abuelo lo llenaba con agua que traía de aquel sitio desconocido. Los mellizos tenían que transportar el agua desde el estanque hasta la casa para que la abuela cocinara y preparara el masato, la bebida favorita de los habitantes de la selva.
Un día, uno de los hermanos, cansado de cargar y cargar agua, siguió al abuelo para averiguar de dónde la sacaba. Sabía que, si se lo preguntaba, el abuelo nunca se lo diría y tampoco quería ser descubierto mientras lo vigilaba. Después de mucho pensarlo, el muchacho decidió transformarse en pájaro picaflor para que el abuelo no lo reconociera. Volando de flor en flor, lo siguió por la senda que se adentraba en la selva.
Cuando hubieron caminado un buen trecho, llegaron hasta un gigantesco árbol del cual brotaba un inmenso chorro de agua. El muchacho, feliz por haber descubierto un secreto tan bien guardado, se lo comunicó a su hermano. Entre los dos reunieron a las ardillas, a los conejos, a los ratones, a los tucanes y a los pájaros carpinteros, y les pidieron ayuda para talar el árbol.
Los animales trabajaron todo el día, pero, el árbol era tan grande que no consiguieron terminar su tarea. Casi al anochecer, cuando faltaba poco para derribar el tronco, decidieron continuar al día siguiente. Estaban realmente cansados de tanto esfuerzo. Por la mañana, acudieron a continuar el trabajo comenzado y encontraron el árbol sin un solo rasguño. Comenzaron de nuevo, pero, este segundo día, pasó lo mismo. Y al tercero. Y al cuarto. El árbol, casi talado al anochecer, aparecía intacto por la mañana.
Entonces, los mellizos volvieron a acechar al abuelo y así descubrieron que él, por las noches, curaba al árbol con gran cuidado para que el agua pudiera seguir mandando sin descanso. Por eso, al día siguiente, amanecía sano. --¿Qué podemos hacer para que el abuelo no cure al árbol? –dijo el que se había transformado en pájaro picaflor.
--Debemos evitar que mañana llegue hasta el árbol, así, los animales podrán terminar de talarlo –respondió el otro de los mellizos, que aquella misma noche transformó en alacrán. Entonces, cuando el abuelo se dirigía en secreto a curar al árbol, lo picó en el dedo gordo del pie derecho. En ese momento, el árbol herido se derrumbó estrepitosamente y toda la selva retumbó.
Al caer el árbol, de él comenzó a brotar gran cantidad de agua. Su tronco se convirtió en el río Amazonas; las ramas, en sus afluentes; las hojas y las espinas en las diversas especies de peces que nadan en el gran río. Los gusanos de varios colores que recorrían la corteza del gran árbol cayeron al suelo y se transformaron en la gente blanca, la gente negra y la gente mestiza. Ése fue el origen de todas las razas que habitan hoy la selva del Amazonas.
Por: Silvia Dubovoy