El dragón y el pavo real
El emperador celestial invitó a los animales de la tierra a celebrar la gran fiesta de año nuevo. Todos recibieron la noticia con alegría. Todos menos el dragón, que se sentía la criatura más fea y deslucida de cuantas existían.
Y es que, por aquel entonces, los dragones tenían cabeza de camello, ojos de demonio, cuerpo y cuello de serpiente, patas de tigre y garras de águila. Un día, mientras nadaba en el río, el dragón vio en la orilla al pavo real y se acercó a contemplar su belleza. Realmente, era un animal deslumbrante, con su preciosa cola abierta y su delicada cornamenta de mil colores. --¿Por qué estás tan triste, dragón? –preguntó.
-Porque no tengo nada que ponerme en la cabeza para la fiesta de año nuevo. ¿Me prestarías tu cornamenta? El pavo real se quedó atónito con la petición y respondió: --No puedo prestártela. Recuerda que yo también estoy invitado a la fiesta del emperador y quiero lucir allí mi cornamenta. –Pero tú eres ya tan hermoso… Mira tu cola, nadie tiene una cola tan bella como la tuya. Tus cuernos no añaden nada a tu belleza, más bien la perjudican. En ese momento, una carpa que había estado escuchando la conversación sacó su cabeza del agua y dijo: --El dragón tiene razón. Tus cuernos te quitan esplendor. Préstaselos sólo por una noche.
El pavo real consintió y el dragón prometió devolverle los cuernos después de la fiesta. Durante la celebración de año nuevo, todos admiraron lo bien que le sentaba la nueva cornamenta. El emperador celestial lo invitó a sentarse a su lado y el resto de los animales lo trató con respeto reverencial. El pavo real se puso muy celoso y deseó que le devolvieran su cornamenta cuanto antes. A la mañana siguiente, muy temprano, corrió al río en busca del dragón.
-¡Devuélveme mis cuernos! ¡Quiero mis cuernos ahora mismo! –gritaba enfurecido. El dragón salió del agua luciendo la fabulosa cornamenta sobre su cabeza y respondió muy tranquilo: --Mi querido pavo real, me veo tan feo y tan triste sin tus cuernos que he decidido quedarme con ellos. Tú no los necesitas. Y diciendo esto, despareció en las profundas aguas. El pavo real protestó con grandes chillidos y la carpa, al oírlo, sacó su cabeza del río tratando de averiguar qué sucedía. --¡El dragón no quiere devolverme mis cuernos y es culpa tuya, carpa!
Tú me convenciste de que se los prestara, tú me garantizaste que me los devolvería…Pero la carpa se rio con la historia y se alejó aguas abajo despreocupada de los problemas ajenos. Y el pavo real, enojado, siguió gritando y gritando cocorikooo, cocorikooo, cocorikooo…que es como grita también hoy día cuando algo le irrita. El dragón, con sus hermosos cuernos, se convirtió en el animal más reverenciado de aprecio por su fortaleza y sabiduría, le concedió el don de volar y le otorgó el puesto de guardián de los cielos, de las aguas y de la perla mágica.
Además, no falta nunca a la fiesta de año nuevo, donde la gente ahuyenta los malos espíritus durante todo el año que comienza.
Por: Sandra Dubovoy