Cuidar a un niño de 2 a 3 años es más difícil que a un bebé
Cuando nació mi hijo pensaba que cuidar a un recién nacido era difícil...
El momento del baño me ponía los “nervios de punta”, tenía prácticamente que adivinar las causas de los llantos después de revisar el pañal o ver que no tuviera hambre, porque obviamente un bebé no puede expresarlo con palabras.
Sin embargo, ahora que mi hijo ha crecido y se ha convertido en un niño pequeño me doy cuenta que realmente era muy sencillo comparado con los retos a los que nos enfrentamos.
A un bebé no necesitas ponerle límites porque son seres de necesidad. Un bebé sólo comunica que necesita comer, no va a llorar porque quería otra galleta o leche de chocolate. Además, sus necesidades son universales: comer, dormir, estar limpios, estimulados y seguros, y sólo tenemos que entenderlas o interpretarlas y responder a ellas.
Es una relación de comunicación-interpretación - respuesta que se aprende a través de la experiencia: tiene hambre le doy de comer, tiene sueño-lo arrullo, tiene el pañal sucio-lo cambio, quiere jugar jugar-disfrutamos tiempo con él, la mamá derrama amor por él-le demostramos nuestro amor infinito con besos, miradas, palabras y apapachos.
Ahora que lo escribo se lee tan fácil, que me dan ganas de tener más bebés, pero recuerdo lo que viene después y mejor aclaro mi mente para entender al que es ahora mi “pequeño adolescente”.
¿Por qué es más difícil cuidar a un niño pequeño si es más independiente y ya se expresa para decir todo lo que piensa? La respuesta es que es precisamente por eso.
Básicamente cuando mi hijo dejó de ser el bebé de la casa y surgió en él la curiosidad de entender cómo funciona el mundo que lo rodea junto con los claros deseos de lo que quiere sin entender las reglas que limitan sus deseos empezaron mil retos más.
El primero es su necesidad de explorar con sus sentidos y su cuerpo para entender el mundo y sus reglas. Esto significaba no sólo estar detrás de él todo el tiempo (no se vaya a caer o a pegar o a meterse en un problema), sino constantemente enseñarle lo que sí puede hacer y controlar y lo que no se puede, lo cual resulta en mucha frustración y por lo tanto berrinches.
Aunado a esto se encuentra su interés por buscar mayor independencia; cuando se da cuenta que ya puede hacer cosas por él mismo y a menos que él quiera pide ayuda. Y descubre una palabra que se quedará en su vocabulario por un buen rato: NO.
Esa palabra que como mamá la sueño, para él es una ley, es una forma de demostrar lo que quiere y lo que no, es un símbolo del “poder” que lo complementa. Es un NO que responde exclusivamente a sus deseos sin tener en cuenta que en el mundo hay ciertos límites y reglas, por lo que va acompañado de frustración y lágrimas mientras interiorizan que pueden controlar y que no pueden.
Y justo por eso, es un reto para nosotros como mamás y papás, porque debemos establecer y mantener límites para guiarlos y ayudarlos a regularse partiendo de la idea de que si bien ya tienen claridad en sus deseos no pueden todavía regular sus emociones cuando el mundo no es como ellos quisieran.
Lo más difícil de educar a un niño pequeño es que no hay una regla general como los bebés que están bien si cubrimos sus necesidades universales. Hay que tomar en cuenta que cada niño es un mundo, y por ende, existen personalidades diferentes, incluso entre los mismos hermanos.
Todo lo vamos aprendiendo en el camino y tenemos que adaptarnos a cada una de las personalidades para darles lo mejor de nosotros como papás o mamás, dar apoyo en los momentos de frustración, enojo o celebrar los momentos de alegría.
Me consta que es muy difícil educar a un niño pequeño y que al avanzar el tiempo vendrán otros retos, pero estoy segura que juntos podremos lograrlo.
Ahora, lo mejor que puedo hacer como mamá es aprender y disfrutar cada etapa de mi hijo, porque tanto los bebés como los niños pequeños son hermosos y sorprendentes.
Revisada por Karen Zaltzman, pedagoga especializada en crianza