Por qué educar a nuestros hijos de forma diferente a la que nos educaron a nosotros
¿Recuerdas cuando una mirada era suficiente para que el niño mal portado quedara helado en su lugar? ¿Cuando la frase “espérate a que llegue tu papá” era suficiente para paralizar al niño más valiente?
La idea de que antes educar era más fácil me la han mencionado, en cursos y talleres, mamás, papás y maestros. Educar niños es en definitiva una labor difícil hoy, pues no sólo nos lleva a enfrentar nuestra voluntad con la de otra personita todos los días, sino que, más difícil todavía, nos obliga a la pregunta de las noches sin poder dormir: “¿lo estaré haciendo bien?”
¿Era más fácil educar antes? Mi respuesta ante esta pregunta es más bien que “era diferente”. Antes de soñar con la época de la mirada asesina y la chancla mágica, vale la pena cuestionarnos por qué no educamos diferente:
- A mí me educaron así y ¿salí bien? Esta pregunta nos la podemos hacer de manera individual, pero también mucho más general: ¿el mundo de hoy está bien? ¿Lleno de empatía, respeto y responsabilidad? Y por otro lado, cuando me veo a mí misma, también surgen dudas acerca de cómo fui educada; soy una persona productiva, decente y responsable, sí, pero también soy insegura, complaciente y mi inteligencia emocional sigue estando en proceso.
- El mundo está cambiando rápidamente. Fuimos educados en un mundo que ya no existe, un mundo de roles definidos y jerarquías fijas: de jefes y secretarias, de amas de casa y papás proveedores, pero hoy hay mamás que van trabajan, papás que cambian pañales y en el mundo laboral es más valiosa la innovación que seguir órdenes. Vivimos en un mundo que exige que nos autorregulamos para ser exitosos, portarse bien debe venir desde adentro, no desde la obediencia ciega.
- Tenemos mucha más información. Mi mamá obtuvo sus consejo de qué hacer con mis berrinches de mis abuelas y un par de libros. Yo sólo tengo que tomar el aparatito que tengo en mi mano para recibir literalmente millones de consejos y teorías. Cuando era niña, lo que se sabía en los laboratorios que estudiaban la conducta humana sobre por qué los niños actúan de cierta forma tomaba décadas en llegar a mi mamá; hoy estos mismos conocimientos toman horas en difundirse. Ya no podemos argumentar que gritarle, pegarle o lastimar a un niño lo educa, porque sencillamente tenemos cientos de estudios en la palma de nuestra mano que nos enseñan lo contrario.
Es así que en definitiva educo a mis hijas diferente de lo que me educaron a mí (o eso dice mi mamá), pero no por ello creo que mi mamá hizo mal su tarea.
En un mundo diferente, con menos información y quizá, con un poco más de certeza, estoy segura de que nuestras mamás y papás, al igual que nosotros, pasaron muchas noches en su cama con los ojos abiertos preguntándose “¿lo estoy haciendo bien?”