¿Niños difíciles? Tal vez sólo necesiten ayuda para expresar sus emociones
En ocasiones siento que no estoy haciendo una buena labor como mamá, sobre todo cuando mi hijo no escucha, no hace caso o de plano reacciona con tremendo berrinche que me hace sentir impotente y estresada al mismo tiempo.
No lo niego, al principio me enojaba o me desesperaba, y pensaba que era la famosa etapa de los “terribles dos”; sin embargo, conforme pasaba el tiempo, se volvía un NIÑO DIFÍCIL y DEMANDANTE.
Prácticamente quería todo, nada le parecía y a cualquier provocación (como no comprarle el helado, comerme lo que dejó porque ya no lo quería) no dudaba en soltar las lágrimas; y después de todo esto venía el regaño o castigo.
Esto me fue preocupando poco a poco, no sabía qué es lo que pasaba, me desconcertaba su comportamiento y sólo quería entenderlo, así que empecé a observar todo lo que hacía, ponía atención en lo que decía y poco a poco me di cuenta que ese comportamiento y esa demanda surgía por no saber cómo expresar sus emociones.
Entonces aprendí que desde pequeños los niños experimentan muchos cambios físicos y emocionales, los cuales los van entendiendo conforme va pasando el tiempo. En el caso de las emociones es más complicado, ya que no las conocen ni las identifican, ni saben cómo autocontrolarse.
Por esa razón, la mayoría de los niños expresan su tristeza, enojo, vergüenza y culpa a través de las lágrimas, berrinches, gritos y pataletas. Así que detrás de todo niño difícil, hay una emoción que no sabe expresar, y como mamá o papá debemos enseñarle a identificarla y expresarla.
Algo que me ayudó para tratar con mi NIÑO DIFÍCIL fue tener más contacto con él, es decir, hablaba más, le pedía que me explicara lo que sentía en ese momento, si estaba de buen o mal humor, le reconocía las cosas que hacía al decirle “todo tu esfuerzo vale la pena, te está quedando muy bien”.
Siempre le he demostrado con palabras, besos, caricias y apapachos, todo el amor que siento por él. No pasa un día sin que lo haga, y sé que eso le ayudará a sentirse seguro y con una buena autoestima.
Cambié mis gritos y mi cara de enojo (contaba hasta mil de ser necesario, antes de llamarle la atención), por una voz suave y calmada para marcar límites y mostrarle que lo que hacía no era el camino correcto.
Si quería que mi hijo se expresara mejor, yo también tenía que cambiar; prácticamente yo soy su ejemplo y siempre estoy bajo su lupa.
Así que lo mejor que puedo hacer es explicarle cómo me siento para crear una empatía y demostrarle que con palabras nos podemos entender mejor que con un tremendo berrinche que sólo nos hará sentir mal a los dos, básicamente es estimular una inteligencia emocional que le será muy útil en su vida.