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Ser mamá es sentarte en la oscuridad mientras tu hijo aprende a dormirse solo 

Publicado: 23 de Noviembre 2020
Vida de mamá
Foto: IG @chasingthesummerfileds
Foto: IG @chasingthesummerfileds

Hace dos meses dejamos de hacer colecho con mi hija de 3 años, justo a la edad en la que decidimos que lo haríamos. 

 

Para ella fue lo más emocionante, tener su cuarto de “niña grande” con todas sus cosas y su cobija favorita de sirenas en su cama hizo que desde el día uno se preparara para dormir sin problemas en su nueva habitación, pero para mí fue otra historia. 

 

Digamos que yo pasé por un mini duelo por no sentir su cuerpecito cerca, por no escuchar su respiración en las noches y por no saber con toda la certeza del mundo que mi bebé estaba bien como cuando dormía a un lado de mi cama.  

 

Esa primera semana tuve insomnio por ir a verla a cada rato, deje las puertas abiertas para que en caso de que se despertara, llegara a nuestro cuarto sin problema; la arrullaba con tantos besos y apapachos que hasta me decía que no me fuera a quedar dormida en su cama, que me fuera a la mía. 

 

Pero hubo algo que todavía era mío, y es que mi hija aún no aprende a dormirse sola, aún tenemos una rutina para que pueda dormirse y eso, en su cama o en la mía, sigue siendo mi labor. 

 

Rascar su espalda hasta que se quede dormida después de leer dos veces el cuento de los 33 perros que vivían en una isla, sigue siendo mi parte favorita del día. 

 

Y es que la hora de ir a la cama se compone por varios momentos como: apurarlos porque ya es hora, convencerlos de ponerse pijama acorde al clima del momento, lavarse los dientes, decirles que no podemos leer por quinta vez el libro, escuchar los cuentos e historias que en se momento se les ocurren, enojarnos porque no se dejan de mover, pedirles que por favor se metan a las cobijas... y finalmente esperar en la oscuridad pensando en la nada hasta ver su carita perdida en el mundo de los sueños. 

 

Esos momentos de silencio y oscuridad mientras los niños se duermen, pueden ser desesperantes para muchas y un tiempo de meditación para otras, pero a todas nos toca vivir esto, la oscuridad, las palmaditas, el tiempo lento y la satisfacción de dejar a los niños dormidos para poder hacer algo con el tiempo que nos queda del día. 

 

Esto también es parte de la maternidad, desde las noches oscuras amamantando hasta las horas en silencio mientras aprenden a dormir solitos. 

 

Yo a veces todavía me quedo dormida con ella mientras la arrullo, como si su sueño fuera magnético y me llevara con ella al mundo de los sueños, a veces la duermo apurada porque todavía tengo muchas cosas pendientes en casa, y otras me dice que mejor se duerme con papá.  

 

Pero al final del día, ese momento del arrullo es lo que me hace sentir que aún tengo un poquito de mi bebé, sus manitas agarradas a mi cuello mientras le leo y su carita completamente perdida, me recuerdan que un día ella lo hará sola y que todo esto pasará. 

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